sábado, 22 de enero de 2011

ORANDI, La Vega de


Cada persona busca una motivación diferente para salir de monte:

. Caminar por espacios naturales,

. Perder de vista la "civilización",

. Probar y comprobar facultades físicas

. Conocer esos sitios maravillosos a los que sólo una sacrificada minoría puede acceder.

Suscribo todo lo anterior y añado que disfruto con cada paso que doy, con cada piedra que piso, con cada rama que tropieza en mi cara.

Hoy la tierra húmeda tenía mil olores, es pleno invierno pero un sol cálido hacía que pareciese primavera. La visión de las imponentes fayas, más espectaculares al encontrarse totalmente desnudas de hojas, nos hacían "olvidar" la puñetera y VERTICAL senda por la que subíamos.

Quizás no sea para tanto y lo que pasa es que estamos muy desentrenados y un tanto mayores...


A pesar de todo en 3/4h. llegábamos a un soleado collado, con unos árboles preciosos y al fondo ya se ve la Vega de Orandi. Al acercarnos se ve brillar el agua del río Mestas y se siente un ruido ensordecedor de cascada potente que surge de las entrañas de la enorme cueva. Como el río no va demasiado crecido podemos adentrarnos entre las altas paredes de caliza y acompañar a las aguas que allá en el fondo y ya en la obscuridad forman una cascada y se precipitan haciendo su "viaje al fondo de la Tierra". Estas aguas las verán los que se acerquen a la fuente que está debajo de la cueva de la Virgen de Covadonga, de una grieta en la pared surge un gran chorro de agua, es el río Mestas que vuelve a salir a la luz.

En la Vega de Orandi y al lado de una fayona repusimos fuerzas con un buen bocata de jamón y tomate, unas mandarinas y chocolate.

Esta caminata fue un reencuentro con el tiempo perdido; hacía 45 años que mi acompañante A. la había hecho cuando era un interno en Covadonga. Y se reviven las experiencias del pasado y los recuerdos de una infancia lejana surgen nítidos al llegar a la piedra en la que según la leyenda, Pelayo medía a los hombres que querían pertenecer a su ejército. Los chicos de 10-11 años se acercaban para comprobar si daban la talla y en ese momento eran empujados por los mayores, dándose el correspondiente coscorrón contra la piedra. Piedra que allí sigue contemplando los siglos y los desmanes de esta humanidad.

La vuelta se hace muy rápido, es todo bajada, pero las rodillas se resienten y al estar tan húmedo el terreno hay que tener mucho cuidado.

Y como siempre cuando acabamos una caminata empezamos ya a pensar en la siguiente.


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2 comentarios:

Angel dijo...

No está mal para ser la primera salida del año.

Helena dijo...

a ver si puedo acompañaros en la siguiente!!