sábado, 19 de febrero de 2011

Castro de Baroña, Corrubedo, naturaleza viva e historia inmortal.

A. me propuso un viaje a Galicia, un fin de semana para ir a buscar material para los bonsais, nos acompañaba el amigo Y.. No tenía muy claro si podría resultarme interesante, pero al final y sin darle muchas vueltas se impuso el ansia de romper con la rutina. Volvería a Boiro después de más de 15 años y me hacía ilusión pues no recordaba casi nada. Lo fui descubriendo poco a poco pues el sábado una densa niebla nos acompañó desde bien temprano. Al acercarnos a la ría se iban dibujando las siluetas escondidas de las barcas. Agua y cielo sin ruptura, unidad de color, soledad en el puerto.
La magia de la niebla jugando entre los mástiles de los veleros dejó paso a un tibio sol que hizo que nos acercáramos a Corrubedo, a disfrutar del mar, las dunas, la vegetación que allí se atreve a sobrevivir, de las rocas de granito atacadas fieramente por las aguas embravecidas del Atlántico, que nos brindan sus formas caprichosas y nos dejan jugar a ser reyes en su trono milenario.







Y admiramos "esas piedras célticas doradas por líquenes milenarios"(Valle-Inclán).
Nuestros anfitriones, B. y A., nos llevaron a Barbanza, la sierra alta que se asoma al agua de la ría y a las olas del Océano.
Desde el mirador de la Curota y zarandeados por el fuerte viento vamos poniendo nombre al puerto de la Pobra do Caramiñal, a Rianxo, a la isla de Arousa, a las mejilloneras que flotan como arañas con su rico cargamento de negros mejillones. A la isla del cantar: ..."Ay Sálvora, ay San Vicente....".






Y nos vamos sobre todo para que el viento no se nos lleve a "Julieta" como si fuera una "meiga alada" volando sobre el paisaje en busca de sabe dios qué príncipe perruno.

Pero no acaba aquí nuestra visita, a pesar del gripazu que tiene nuestro amigo A., deciden llevarnos a ver un Castro, que ni conocemos, ni, ¡ qué ignorancia!, hemos oído nombrar nunca.
Un estrecho camino desciende entre árboles y sigue bajando y a mí no me cuadra, esperaba una subida, pues los Castros en mi tierra Astur acostumbran a estar en los altos, dominando el entorno para poder defenderse de posibles atacantes. En este caso bajamos a la orilla del mar.

















Un mar atrevido, una playa larga, bordeada de verde, con un oleaje que hace que el azul quede sepultado bajo la espuma de constantes y ruidosas olas y medio deslumbrada por el sol que se va, veo una pequeña península granítica unida a tierra por un pequeño istmo de piedra y arena.
Un murallón de roca natural la defiende de los envites del mar y otra muralla de piedra construida por el hombre defiende el asentamiento, en el que aparecen las 20 "casas" circulares.
22 siglos después y al pisar ese lugar sientes la vida de los que allí nacieron, crecieron, amaron, pelearon, murieron, desaparecieron dejándonos una pequeña joya en un marco incomparable.
El Castro de Baroña pasará a formar parte de ese almacén de la memoria que nunca debería desaparecer.


Y con el espíritu revitalizado volvemos a casa donde nos esperan los frutos de ese mar espléndido, que con gran maestría cocinó nuestra querida B.: vieiras, almejas, albariño de la tierra, compañía entrañable y risas que nos saca nuestro contador de historias y chistes Y.
La visita a los bonsais , impresionantes!!!, la dejo para los entendidos.
Me despido de "el mar que duerme en las tranquilas rías buscando acaso olvido a sus tormentas, se consume de sed del agua dulce que de las cimas llega. Desde un verde rincón de la robleda la dulce melodía de la gaita como un arrullo avivado se eleva, y al reclamo de amor languidecidos, Tierra y Océano más y más se aprietan".(Miguel de Unamuno).
Y nos vamos de esa tierra contentos, muy contentos y agradecidos pues...
"...mundos hay donde encuentran asilo
las almas que al peso del mundo
sucumben..." (Rosalía de Castro)

3 comentarios:

Helena dijo...

Ahora me apetece ir a mí!
La primera foto es preciosa.

yoyo dijo...

Qué bonito..... Qué bonito..... Qué bonito....

Ha sido todo un placer el viaje!!!!

Besos.

Beial dijo...

No, si no era el viento el que se quería llevar a "Julieta", te la querías llevar tú jejeje.
Realmente poético la forma de relatar el viaje y más aún cuando este es acompañado de esas fotos de tu puño y letra agraciadas con ese toque especial que solo tú sabes darle. Y que decir de esa referencia a un poema de Rosalía.

Besinos.